15.6.16

ARTÍCULO NO PUBLICITARIO







Hace unos años, exactamente en 2011, les escribía con entusiasmo acerca de un “Molde para producir pollitos”. Mediante un proceso artesanal los aficionados cubanos se las arreglaban para fundir sus jigs criollos. Incluso algunos sabrían fabricar antes sus propios anzuelos, como también comentamos en otro momento. 
Ahora recibimos en obsequio, del amigo Rubén Sánchez, un molde industrial que hemos demorado en poner a prueba, pero finalmente le llegó el tiempo para ello.
El molde es una herramienta muy manuable construida en Denver, Iowa, que permite fundir cada vez una tanda de cinco señuelos, imitación de cabeza de pez con su anzuelo, en una serie que abarca los pesos desde un cuarto de onza, tres octavos, media onza, tres cuartos de onza y onza completa, a los que corresponden anzuelos en las numeraciones 1/0 a 5/0. Es una selección verdaderamente juiciosa, que nos 
va a permitir combinaciones apropiadas de señuelos para emplearlos con fluidez en cualquier circunstancia de profundidad en las áreas de pesca. Esto significa, por otra parte, que se podrá trabajar con al menos dos calibres de línea diferentes, o tres,
En nuestra prisa por ver los jigs convertidos en “pollitos”, vamos a fundir la serie completa en base a anzuelos 2/0, lo que nos hará objeto de justas críticas y nos dará la posibilidad de comprobar en la práctica el margen de error que nos ofrecen las normas. Ahora vamos a compartir con ustedes el proceso de manufactura de los señuelos, dejando prometido para la primera oportunidad la prueba de terreno en la costa.
Si uno va a fundir plomo, y va a hacerlo, mejor asegurarse bien de que todo está en orden en torno al fuego, y que el molde, recipiente de agua para enfriar las piezas moldeadas, y todo lo demás que se requiere, se halle en posiciones accesibles, en un orden que responsa a la secuencia de las operaciones. En nuestro caso, hemos convertido –una vez más- en laboratorio la cocina del hogar, con permiso de firma y cuño por parte de la señora de la casa.
Significa que uno trabajará de pie, que es el modo elegante en que lo hacen los más encumbrados chefs y también la persona a quien en el párrafo anterior les he presentado. Hay tareas que se hacen más seguras cuando el operario se encuentra equilibrado sobre sus dos extremidades inferiores. Lidiar con un pez grande y bravo, según se aprende en la novela El viejo y el mar. O cortar una pieza de madera en la sierra. Por ejemplo. Tal vez tenga que ver con el hecho de que un hombre sentado está sicológicamente en descanso, mientras que al ponerse de pie su cuerpo pasa al modo físicamente activo.
De modo que nos hallamos de pie, vestidos y calzados. De un golpe de vista se abarca todo el instrumental y la mente ha trazado el esquema de movimientos de toda la operación, sumamente sencilla, de levantar el recipiente donde el metal se  derrite, verter el líquido brillante en cinco orificios consecutivos, y volver a colocar el recipiente al fuego. Plomo líquido y cuerpo humano son conceptos excluyentes, amigo. De ahí tanto cuidado. Proteja sus vías respiratorias de las emanaciones de plomo y de las sustancias residuales que le puedan acompañar a los fragmentos de metal que usted haya conseguido.
Una vez que ha ensayado en frío, corrija los puntos torpes del proceso. Si el molde tiene capacidad para cinco piezas, organice los anzuelos en grupos de ese número. El jig, que en Cuba llamamos “pollito”, dada la elección casi general del color amarillo ―como la cría de gallina de pocos días de salida del huevo― es la primera elección como señuelo de pesca marítima a spinning costero para el aficionado local. El color blanco, para aguas turbias, y el negro para explorar el albo espumaraje de las rompientes, son también opciones que tomamos en cuenta.
Para fabricar nuestro “crisol” o caldera de fundido, lo que hicimos fue recortar un recipiente corriente de hojalata, dicho un envase de puré de tomate, con el propósito de reducir el recorrido del metal fundido y precaver su demasiado apurado enfriamiento, en el momento del vertido. Con dos simples movimientos de una pinza plana de mordaza se formará en el borde del recipiente un fino derramadero, que ayudará mucho en la puntería al acertar en cada una de las boquillas de fundido. A un cuarto de círculo de distancia le habremos dejado a la lata una faja recta de chapa a toda su altura, de la cual nos valdremos para ejecutar una agarradera.
Los fragmentos de plomo se recortarán previamente a una medida adecuada para que se acomoden en el diámetro del recipiente. El fogón que usamos es a gas, que entrega una llama de alto potencial calórico, pero cada cual puede fundir con la fuente que posea, sin importar tiempo más o menos. Lo que si importa es poder reducir la llama a un mínimo con un simple movimiento del regulador, sin que se apague.
El molde es colocado lo más cerca posible de la hornilla del fogón, en una posición que permita en un solo movimiento retirar el recipiente del fuego, acercarlo a los orificios de descarga del plomo e inclinarlo para verter, sin que en ninguno de los pasos se ejecute un movimiento forzado. Esta regla elemental previene de errores debido a falta de Debemos colocar el recipiente al fuego con suficiente cantidad para que cada templa llene los cinco orificios del molde, dejando una cantidad que permita iniciar la fundición de los nuevos fragmentos de metal. Tras cada fundición, se retiran los restos de materias no fusibles de la superficie del metal y se adicionan nuevos fragmentos para la siguiente templa.
Se coloca al fuego y, entretanto, las piezas del molde han bajado la temperatura y se han endurecido, de modo que es posible abrir el molde ― ¡hand off of the metal!―y hacer que las piezas moldeadas caigan dentro del recipiente con agua, que usted habrá colocado dentro del fregadero, para refrescarse por completo.
Terminada la tanda (hicimos 42 en un tiempo muy cómodo), los nuevos jigs serán repasados para librarlos de rebarbas y recibirán una buena capa de pintura (¡sería muy preferible el esmalte automotriz!), de un amarillo lo más intenso que usted consiga. Póngalos a secar y espere a su próximo asueto para el montaje final. En mi caso he usado la herramienta porta-bobinas de mi equipo de montaje de moscas, que es muy cómoda para este trabajo, pero igual lo hará usted a mano. Primero se darán algunas vueltas apretadas sobre el punto del diseño donde se anudarán las fibras que completan el jig, luego se tomará un mazo de pelos de chivo, teñidos de amarillo, y se fijarán con varias vueltas de hilo. Finalmente se adicionarán fibras brillantes para darles los más atractivos destellos a nuestro señuelo. Y fin.


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