ARTÍCULO
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Hace unos años, exactamente en
2011, les escribía con entusiasmo acerca de un “Molde para producir pollitos”. Mediante un proceso artesanal los aficionados cubanos se las arreglaban para
fundir sus jigs criollos. Incluso
algunos sabrían fabricar antes sus propios anzuelos,
como también comentamos en otro momento.

Ahora recibimos en obsequio, del amigo
Rubén Sánchez, un molde industrial que hemos demorado en poner a prueba, pero
finalmente le llegó el tiempo para ello.
El molde es una herramienta muy manuable construida en Denver, Iowa,
que permite fundir cada vez una tanda de cinco señuelos, imitación de cabeza de
pez con su anzuelo, en una serie que abarca los pesos desde un cuarto de onza,
tres octavos, media onza, tres cuartos de onza y onza completa, a los que
corresponden anzuelos en las numeraciones 1/0 a 5/0. Es una selección verdaderamente juiciosa, que nos

va a permitir combinaciones apropiadas de
señuelos para emplearlos con fluidez en cualquier circunstancia de profundidad
en las áreas de pesca. Esto significa, por otra parte, que se podrá trabajar
con al menos dos calibres de línea diferentes, o tres,

En nuestra prisa por ver los jigs convertidos en “pollitos”, vamos a
fundir la serie completa en base a anzuelos 2/0, lo que nos hará objeto de
justas críticas y nos dará la posibilidad de comprobar en la práctica el margen
de error que nos ofrecen las normas. Ahora vamos a compartir con ustedes el
proceso de manufactura de los señuelos, dejando prometido para la primera
oportunidad la prueba de terreno en la costa.

Si uno va a fundir plomo, y va a hacerlo, mejor asegurarse bien de que
todo está en orden en torno al fuego, y que el molde, recipiente de agua para
enfriar las piezas moldeadas, y todo lo demás que se requiere, se halle en
posiciones accesibles, en un orden que responsa a la secuencia de las
operaciones. En nuestro caso, hemos convertido –una vez más- en laboratorio la
cocina del hogar, con permiso de firma y cuño por parte de la señora de la
casa.
Significa que uno trabajará de pie, que es el modo elegante en que lo
hacen los más encumbrados chefs y también la persona a quien en el párrafo
anterior les he presentado. Hay tareas que se hacen más seguras cuando el
operario se encuentra equilibrado sobre sus dos extremidades inferiores. Lidiar
con un pez grande y bravo, según se aprende en la novela El viejo y el mar. O
cortar una pieza de madera en la sierra. Por ejemplo. Tal vez tenga que ver con
el hecho de que un hombre sentado está sicológicamente en descanso, mientras
que al ponerse de pie su cuerpo pasa al modo físicamente activo.

De modo que nos hallamos de pie, vestidos y calzados. De un golpe de
vista se abarca todo el instrumental y la mente ha trazado el esquema de
movimientos de toda la operación, sumamente sencilla, de levantar el recipiente
donde el metal se derrite, verter el líquido
brillante en cinco orificios consecutivos, y volver a colocar el recipiente al
fuego. Plomo líquido y cuerpo humano son conceptos excluyentes, amigo. De ahí
tanto cuidado. Proteja sus vías respiratorias de las emanaciones de plomo y de
las sustancias residuales que le puedan acompañar a los fragmentos de metal que
usted haya conseguido.

Una vez que ha ensayado en frío, corrija los puntos torpes del proceso.
Si el molde tiene capacidad para cinco piezas, organice los anzuelos en grupos
de ese número. El jig, que en Cuba llamamos “pollito”, dada la elección casi
general del color amarillo ―como la cría de gallina de pocos días de salida del
huevo― es la primera elección como señuelo de pesca marítima a spinning costero
para el aficionado local. El color blanco, para aguas turbias, y el negro para
explorar el albo espumaraje de las rompientes, son también opciones que tomamos
en cuenta.

Para fabricar nuestro “crisol” o caldera de fundido, lo que hicimos fue
recortar un recipiente corriente de hojalata, dicho un envase de puré de
tomate, con el propósito de reducir el recorrido del metal fundido y precaver
su demasiado apurado enfriamiento, en el momento del vertido. Con dos simples
movimientos de una pinza plana de mordaza se formará en el borde del recipiente
un fino derramadero, que ayudará mucho en la puntería al acertar en cada una de
las boquillas de fundido. A un cuarto de círculo de distancia le habremos
dejado a la lata una faja recta de chapa a toda su altura, de la cual nos
valdremos para ejecutar
una
agarradera.

Los fragmentos de plomo se recortarán previamente a una medida adecuada
para que se acomoden en el diámetro del recipiente. El fogón que usamos es a
gas, que entrega una llama de alto potencial calórico, pero cada cual puede
fundir con la fuente que posea, sin importar tiempo más o menos. Lo que si
importa es poder reducir la llama a un mínimo con un simple movimiento del
regulador, sin que se apague.

El molde es colocado lo más cerca posible de la hornilla del fogón, en
una posición que permita en un solo movimiento retirar el recipiente del fuego,
acercarlo a los orificios de descarga del plomo e inclinarlo para verter, sin
que en ninguno de los pasos se ejecute un movimiento forzado. Esta regla
elemental previene de errores debido a falta de Debemos colocar el recipiente
al fuego con suficiente cantidad para que cada templa llene los cinco orificios
del molde, dejando una cantidad que permita iniciar la fundición de los nuevos
fragmentos de metal. Tras cada fundición, se retiran los restos de materias no
fusibles de la superficie del metal y se adicionan nuevos fragmentos para la
siguiente templa.
Se coloca al fuego y, entretanto, las piezas del molde han
bajado la temperatura y se han endurecido, de modo que es posible abrir el
molde ― ¡hand off of the metal!―y hacer que las piezas moldeadas caigan dentro del recipiente con agua,
que usted habrá colocado dentro del fregadero, para refrescarse por completo.

Terminada la tanda (hicimos 42 en un tiempo muy cómodo), los nuevos
jigs serán repasados para librarlos de rebarbas y recibirán una buena capa de
pintura (¡sería muy preferible el esmalte automotriz!), de un amarillo lo más
intenso que usted consiga. Póngalos a secar y espere a su próximo asueto para
el montaje final. En mi caso he usado la herramienta porta-bobinas de mi equipo
de montaje de moscas, que es muy cómoda para este trabajo, pero igual lo hará
usted a mano. Primero se darán algunas vueltas apretadas sobre el punto del
diseño donde se anudarán las fibras que completan el jig, luego se tomará un
mazo de pelos de chivo, teñidos de amarillo, y se fijarán con varias vueltas de
hilo. Finalmente se adicionarán fibras brillantes para darles los más
atractivos destellos a nuestro señuelo. Y fin.
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