12.6.08


A vara criolla
PESCA DE LA TILAPIA YERBERA

Yerbera, dicen de la tilapia. En ocasiones estamos pescando de orilla en el embalse y el pastar del pez nos sorprende. Se revuelve la superficie, la planta es halada al agua por el goloso comensal y nos recorre un escalofrío premonitorio… pero ni así nos decidimos a probar. Seguimos en lo nuestro, con la lombriz de cada día, porque lo que escuchamos decir no es suficiente para convencernos de probar una carnada en la que no confiamos: ¡hierba! Carnada es carne, parece susurrarnos un sexto sentido etimológico.

De hecho, solo contábamos con una única experiencia, adquirida de paso por el pueblo tranquilo y casi montañés de San Diego de los Baños, la muchachada en un recodo del río enrollaba fibras de un alga en el anzuelo y a veces alguno sacaba una tilapia. A veces el anzuelo límpio.

-Lino. Es lino- decían, cuando se les preguntaba con qué estaban cebando los anzuelos. También hemos escuchado decir limo. Después en una u otra ocasión se encontró uno a algún pescador que tibiamente dice conocer algo de esa técnica. Y nada más: con el sano avance del interés en la trucha y la pesca con señuelos artificiales, van quedando algo relegadas estas técnicas que tampoco nunca fueron masivas. Como la de la pesca con palmiche, el fruto de la palma real, o la de la trucha con guajacones, esta es casi cuestión de iniciados, porque requieren a la par paciencia, fino tacto y peces dispuestos a picar.

Uno de estos viernes andaba de paso por la cortina del embalse Niña Bonita, apenas un transeúnte sin prisa que va por la autopista y se acerca al agua de puro aburrido y con un vago deseo de ver el espejo en parte cubierto de los flotantes jacintos de agua, que acá llamamos malanguetas. Estaba la densa masa vegetal pegada al dique y un solitario pescador había abierto un mínimo claro en el yerberío para bajar los anzuelos. Habría seguido de largo, de no ser porque le contamos cuatro cañas. Es normal ver que algún pescador de campo use un par de varas, aunque la mayoría usa solo una. Cuatro era demasiado. Bajamos la cortina en silencio, tratando de no perturbar al pescador.

-Hoy están puñeteras, no quieren comer. Un día como hoy hay que usar tres o cuatro varas. Si hay mucha picada bastan con dos o con una sola, porque no dan tiempo a atender el avío.

Se llama Juan, vive en uno de los edificios de la comunidad Machurrucutu y estaba sentado en aquellas piedras, observando con mucha paciencia y muy confiado los cuatro flotadores recortados en suela de sandalias de foam. Se diría que espera un milagro del hueco entre la malangueta bajo cuya superficie hay apenas un pie de agua.

-Es preferible que el agua no llegue a la rodilla. Donde te llega a la cintura no sirve para pescar con hierba.

Era media mañana y el sol bastaba para que el perro de Juan buscara un hueco en las rocas del dique y metiera completo su pelambre leonado en aquella sombra providencial. De vez en cuando levanta el pescador una de las líneas y vuelve a acomodarla en el borde más lejano de la vegetación que cubre la superficie, esto es, a menos de tres metros de donde está sentado. En el anzuelo hay efectivamente una hoja verde de hierba. A sus pies hay un saco de cuya boca sobresale un haz de esa gramínea acabada de cortar.



-Es paraná. También se puede pescar con lino o con la flor de la malangueta. – La Yerba Paraná (Panicum purpurascens) es un pasto común en Cuba, originario de América del Sur. El pescador tiene otro saco del que extrae un fragmento esponjoso de un nido de comején. Los bichitos se agitan y comienzan a caer, pero el pescador es rápido y metódico y desmenuza el panal terroso y lo dispersa a las aguas como quien hace una invocación a los manes acuáticos, abriendo los brazos en el impulso. Al minuto, hay un hervidero de alevines sobre el agua, y no tarda en haber movimiento en las boyas.

-Lo primero que pica es la chiquita, que no se come la hierba.



Cuando alguno de los flotadores ha dado su leve paseo, Juan levanta la caña y toma el anzuelo para ver como anda la carnada. Es una hojuela de hierba, de unos 10 cm de largo, que se clava al anzuelo dándole dos o tres dobleces por el lado por el que se ha cortado. El ápice de la hoja queda al otro extremo.

-Esta era buena. Fíjate como machacó la hoja-, dice, y vuelve a bajar la línea a su sitio.



Las cañas son muy finas y más bien cortas (todo lo más dos metros y medio). Se aparejan con un corcho y el plomo corredizo con un nudo a 10 cm del anzuelo para que no le alcance: “Con esta pesca, si siente el pez un poco de presión, apenas pica se va”.

Le comento que el plomo me parece un poco pesado, casi un centímetro cúbico de metal:

-Así es. De otra manera no hay forma de ponerlo exacto en el borde de la malangueta cuando hay viento.

-¿Hay un tiempo para pescar con hierba, Juan?

- La hora buena es de tres y pico a cuatro de la tarde. Y esta pesca se hace en cualquier momento del año. Pero enero y febrero son los meses buenos.

Paciente, el pescador explica más:

-El viento es malo, porque se lleva la malangueta que es la que retiene el comején. Los peces están bajo la malangueta, comiendo camaroncitos, grillitos y eso. Cuando la malangueta es poca se pesca más, porque ellos tienen poca área para comer, pero si es mucha, como ahora, se dispersan y es más difícil atraerlos al anzuelo.



Estamos en la orilla un rato suficiente para ver la primera picada. Es una tilapia pequeña, pero sirve como muestra. Juan afirma que pescando con hierba se capturan tilapias más grandes que usando lombriz.

-He llegado a coger cuarentipico tilapias con este procedimiento. Se cogen buenas, de hasta dos libras.

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