Con fotos y modelos de RUBÉN, Nueva Jersey
De este
joven colaborador, cubano residente en los Estados Unidos de América,
publicamos no hace tanto su “Retorno al Hanabanilla”. Ahora vuelve con un tema
tanto universal como nacional: las innovaciones que por necesidad o natural
creatividad hacemos los pescadores para solucionar el equipo o por experimentos
que se nos ocurren. Señala Rubén que ha
probado pescar con tapas de botellas y ha cogido truchas con ellas, mientras
los “sueros” –tubos flexibles de goma- simulan anguilas y son especiales para
el mar.
Hace
años, muchos años, una apelación muy frecuente para expresar en superlativo la
buena picada de un embalse en la Isla, era decir que “ahí cogías las truchas
con cordones de zapatos”. Un juicioso escritor, muy aficionado a la especie
fluvial, acotaba en texto impreso: “Lo que no quiere decir que las truchas
estén desesperadas por comer cordones de zapatos”.
El
pescador a vara y carrete es en Cuba –si se me permite lo que podría ser un
oportuno neologismo- sumamente innovativo, tal como es Rubén. Acá se ha visto
juntar la cabeza de pelambre azul de una muñeca de goma desechada, con la parte
delantera de un rapala mutilado por una barracuda, y con ese simbionte digno de
la ciencia ficción cobrar un pez en el paisaje de aguas de Caguanes, al norte
de Sancti Spíritus. Las lombrices artificiales, imitación del mamporro o
quimbolo natural, se han fundido por décadas con recortería plástica y un
misterioso solvente llamado deopé. Hay artesanos que en el occidente cubano
tienen fama en el gremio pescador, por la eficacia de sus “palitos” y
“azoradores”.
Rubén se
ha especializado en hallarle el atractivo a tapas de botella, tubitos de suero,
lumínicos de bicicleta y en hacer de una cuchara, dos cucharas. Las tapas de
botella, dicho sea para universal comprensión, son las chapas que destapan el
refresco o la cerveza, en el lenguaje propio de 23 y M, Prado y Neptuno o
cualquier esquina de Jatibonico o Bauta. Rubén las pliega en torno al eje o las
usa tal cual las suelta el abridor, en plano y atravesadas por un orificio por
el que pasa, paralelo al círculo que es la tapa misma, el alambre del eje del
señuelo. En cada variante hay un grampín, puede que vestido con unos pelos de
bugtail; se usan anillas conectoras y a veces quitavueltas.


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