2.7.12

YOYO CUBANO ® El comienzo de la década del 1950 es, sin que quepa la mínima duda, el momento en que el monofilamento de nailon se populariza entre los pescadores aficionados cubanos. Esta certeza surge del anuncio realizado en la sección de pesca de una conocida revista, donde publican una carta en la que se hace referencia a “un círculo o rueda de madera para enrollar la tanza que, según el inventor, había de trabajar mejor que la tablita que yo uso” (Toda la información contenida en este artículo forma parte del libro en preparación Artes de cordel y anzuelo. Técnicas y peces en la pesca por afición en Cuba). La tanza, explica una especializada obra, es "Filamento del que pende el anzuelo en el aparejo de caña y de mano, que se amarra al cordel". Por un tiempo, ese nombre identificaría a las líneas den nuevo material. El artefacto descrito se ha impuesto como equipo para la pesca a mano con el nombre de Yoyo. “Cuban yoyo” es nombre de un artículo fabricado en plástico que algunos sitios comercializan en internet. Entretanto, en el país de origen continúa la preferencia por el yoyo de madera, aunque hay en el presente pocos fabricantes de estos carretes, a causa del alto precio que han alcanzado otros trabajos de carpintería. Uno de esos pocos operarios que ha mantenido su artesanía en activo por más de dos décadas consintió en revelar verbalmente sus procedimientos, después de asegurarle de que no estaría beneficiando a la competencia. Tampoco fue posible un amplio despliegue de fotografías, pues el torno se encontraba “desarmado”. Para la fabricación de carretes de pesca a mano son seleccionadas algunas maderas de poca importancia para la carpintería fina. Ninguna madera preciosa sirve para tornear carretes: ni majagua, ni jocuma, ni varía (Majagua: Hibiscus elatus; Jocuma: Mastichodendron foetidissimum; Varía: Cordia alliodora). El cedro (Cedrela cubensis) se usa en menor escala porque es frágil, aunque salen unos carretes muy lindos. El mejor palo es el mango, que nuestro informante describe como una madera dura y de fibras entrecruzadas, usada incluso en la fabricación de los yugos que se colocan a los bueyes para arar. “Su madera no es despreciable y se la utiliza en las construcciones rurales”, abunda acerca de este gustoso frutal el respetado Diccionario botánico de nombres vulgares cubanos (Tomo II, página 648. Es el Mangifera indica) del Dr. Juan Tomás Roig. “El ficus sirve a veces” (Ficus havanensis. Parece más común que le llamemos jaguey), dice nuestro informante. También se echa mano a la almendra (Propiamente, almendro de la India, Terminalia catappa), el algarrobo (Samanea saman) –“muy bueno y muy escaso”-. El roble blanco (Tebebuia sp.), dice que es madera que abunda en Estados Unidos, y señala: “Los norteamericanos tienen esta madera, pero los carretes que fabrican con ella no tienen calidad. Entonces prefieren producir los de plástico que son baratos, se fabrican por bultos y se desgastan rápido, para vender más”. Nuestro entrevistado ha fabricado carretes que a alguno de sus clientes le ha durado en uso diez años. De eso podemos dar fe, pues por muchos años salvamos carencias con un inocente mercado de avíos de pesca y este señor fue uno de nuestros abastecedores. Hay que escoger bien la pieza de madera, sin grietas, para evitar un accidente. “Esta madera -dice el artesano, mostrando un carrete casi listo-, lleva de cortada siete meses”. Para comenzar, de un bloque de madera con la fibra a lo largo se cortan secciones transversales cuyo ancho corresponde al del carrete que se va a conformar con ella.
Fabricar un yoyo cubano en el torno puede tardar una media hora. Hay que encentrar la pieza de madera, fijarla en el plato del torno, hacer ajustes a las revoluciones del motor según lo requiere cada fase del torneado; para ello hay tornos con cajas de velocidad, de lo contrario hay que cambiar la correa de transmisión de una a otra polea sobre el eje. Las gubias que emplea el entrevistado son viejas limas adaptadas como cuchillas, preparadas según la labor que corresponda: desbaste, penetración, corte. “El torno que se una para fabricar carretes no sirve para ninguna otra cosa”, asegura. Requiere una protección para evitar que algún fragmento de madera desprendido durante el torneado puedan saltar y golpear al operario. Un hijo del tornero recibió un peligroso golpe cerca de un ojo durante una prueba de aprendizaje. El impulso que recibe una lasca de madera, debido al giro del eje del torno a 3 000 revoluciones, puede impactar con mucha fuerza. Los carretes para embarcaciones y los de pescar a orilla son diferentes. Para enrollar la línea en la pesca embarcado basta que el carrete tenga una cavidad cilíndrica interna para insertarlo en un soporte de madera o un tubo de metal; para pescar a mano el torneado interior debe dejar capacidad para introducir la mano y asegurar el agarre.
El fabricante es parco en cuanto a las dimensiones de sus carretes o la capacidad de monofilamento de nailon que pueden contener de acuerdo con su diámetro. Se limita a comentar que “hay una variedad de gustos, que unos los quieren de más capacidad y otros se conforman con menos”. Asegura que no existe un “estándar” para el torneado del yoyo. El diámetro es a pedido del cliente, mientras el ancho y la profundidad del canal de enrollado, que determinan la capacidad, es a apreciación del tornero. La forma, sin embargo, es clásica y debe cumplir una ligera regla: el tope de agarra es ligeramente más estrecho que el borde de salida. Dice que el mayor carrete que salió de su torno midió 24 pulgadas, que es el máximo que permite esa máquina herramienta, y fue pedido por un cliente para llevarlo a Colombia. La mayoría de los carretes que uno verá en uso tendrá un diámetro de entre 10 y 30 centímetros; el pescador enrollará en ellos entre 100 a 500 metros de línea. El pescador costero usa monofilamento de nailon de 20 a 60 libras de resistencia; la pesca a mano en embarcación llegará tal vez hasta las 100 libras, aunque alguien le asegurará que es más, porque cree que pescar al palangre es pescar a mano. Hay una obvia relación entre el diámetro del carrete y el calibre de la línea de monofilamento que enrollamos en ellos. Las líneas más finas van en los carretes más estrechos; por ejemplo, uno podrá colocar una línea de 12 libras de resistencia (0.25 mm), para trabajarla a mano, en un carrete de unos 10 centímetros, y una línea de 30 libras (0.40 mm) en uno de 15 cm. Esto es así debido a la propiedad de retener la curvatura de la bobina que caracteriza al monofilamento de nailon, propiedad denominada “memoria”.
Cuando el torneado acaba, la superficie de la boca de salida recibirá un acabado con lija fina y un poco de cera, para que las vueltas del nailon corran sin interrupción sobre ella en el momento del lanzado. Una vez terminado, el carrete debe protegerse con algunas capas de pintura de agua como el vinil, pero muy diluida, para que penetre los poros de la madera y la proteja. Se aplican dos o tres manos y después de cada una se pone el carrete a secar a la sombra: la madera no debe estar al sol. Después de la pesquería también el carrete con su nailon debe lavarse bien y ponerse a secar: nunca guardar húmedo. “La venta de los carretes es por rachas. Ahora estamos en la corrida del pargo y vendes mil pesos en carretes fácilmente. Luego el cliente demorará en volver, porque es un artículo duradero”, comenta el fabricante.

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