29.9.07




El Spinning en Cuba


Algunas personas ni siquiera consideran la pesca un deporte. Ellas deberían tratar de marchar tras un pescador a spinning durante sólo
una jornada de pesca. Puede que entonces cambien de opinión

Probablemente solo una tercera parte de los pescadores deportivos cubanos empleen hoy día las técnicas de vara y carrete. Incluso este modesto estimado pudiera ser demasiado optimista, dado que estos equipos resultan relativamente caros y difíciles de conseguir en el país. Lo que está fuera de duda es que los avíos de spinning constituyen la elección absolutamente mayoritaria de los aficionados a la pesca, cuando ellos se deciden a abandonar los aparejos tradicionales de línea a mano o vara criolla, cambiándolos por los métodos más deportivos del lanzado ligero y los señuelos artificiales.
En el transcurso de medio siglo esta técnica ha avanzado lenta, pero sistemáticamente, en la preferencia de los aficionados locales, que lo mismo se valen de ella para la pesca de la lobina negra boquigrande en las aguas dulces, que para una gama muy diversa de especies de más peso y acometividad en las costas marítimas. La práctica del spinning de agua salada ha creado en Cuba el prototipo de pescador más completo, con avanzado dominio técnico sobre el equipo y los métodos de captura, y un nivel de actividad física que hacen de este tipo de pesca un verdadero deporte.
Los avíos de spinning llegaron al mercado cubano inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Tuvieron, en principio, poca aceptación, debido a que los pescadores de vara y carrete continuaban fieles a los antiguos sistemas de casting, y a que la inmensa mayoría seguía prefiriendo la línea a mano. Hicieron nuevamente su aparición a finales de 1952 y dos años más tarde habían incrementado sus ventas hasta acaparar el 75 por ciento del mercado, mientras el bait y el plugcasting lograban el 24,3 por ciento de las ventas y a los equipos de fly les quedaba menos del uno por ciento. Estos datos aparecen en la Guía del Pescador, editada en 1954 por el periodista Ernesto Aguilera.
Aun durante la década de los ´60 la pesca a spinning era asunto de un reducido grupo de expertos, la mayoría de los cuales vivía a pocas cuadras del Malecón de La Habana. Todavía en esa época ellos podían levantarse antes del amanecer, capturar algunos peces desde el muro y marchar luego con tiempo suficiente para entrar sin tardanza al trabajo. Al final de este período fue que comenzaron las competencias nacionales de pesca de truchas (lobina negra boquigrande), basadas en esta técnica.
Entonces el spinning comenzó a conquistar a los cubanos. En el transcurso de los diez años siguientes se desarrollaron los torneos de spinning marítimo, que llevaron a descubrir fabulosos tramos de costa en el Cabo de San Antonio, Playa Girón y el sur de la Isla de la Juventud, entre otros. Una de esas competencias -la décimo tercera de nivel nacional- tuvo lugar en Arroyo de la Costa, Santiago de Cuba, durante dos días de julio de 1983. Quince parejas capturaron entonces 364 piezas con un balance total de 277 libras y 10 onzas.
Otro certamen del mismo tipo, realizado en febrero de 1994 en la Isla de la Juventud, dejó como saldo 243 capturas con 239 libras, logrado por 39 pescadores en dos días; la pieza mayor fue un sábalo de 18 libras. Estos certámenes se han dejado de convocar últimamente, al igual que los topes de lanzado de precisión, que se introdujo como modalidad de concurso desde 1976.

RESOLVIENDO EL EQUIPO
Es posible que un cinco por ciento de los pescadores cubanos a vara y carrete usen en la actualidad equipos de baitcasting. Es una técnica muy popular en la central provincia de Ciego de Avila, pero no se descarta que su utilización aumente en el país en un futuro, dado que los más expertos en la pesca del boquigrande aprecian la potencia en el lanzado y la seguridad de recobrado de los carretes de este sistema.
Por otra parte, no se estará muy distante de la realidad exacta si se estima que el spincasting, la otra técnica de pesca al lanzado usada en Cuba, es aplicado por alrededor de un 2% de los aficionados a la vara y el carrete en el país. La hemos visto usar en el mar, tanto como en el agua dulce, pero no podemos asegurar que en este caso la elección sea motivada en específico por la apreciación de las posibilidades que brinda tal avío, sino en particular de acceso a su adquisición.
El fly casting o pesca a la mosca es visto en manos de algunos turistas que vienen a Cuba a pescar, pero no podríamos enumerar más de un par de pescadores nacionales que dominen el empleo de este costoso y más complejo sistema. Probablemente por una cuestión de precios, son bastante frecuentes en la calle los productos de Daiwa y Shakespeare, pero usted verá asimismo bastantes equipos de Penn y Abu García, e incluso en un certamen reciente encontramos un Shimano-2000 de estreno, que es una de las marcas caras. Hay material para spinning de otras procedencias, principalmente carretes, como Ryobi, Mitchell, Sagarra y es probable que hasta una veintena más. Incluso los carretes Delfín y Tocoz, del antiguo campo socialista, tienen todavía su oportunidad entre los principiantes.
Las líneas usadas para esta técnica son por lo general de monofilamento de nailon, de entre 10 y 20 libras de resistencia. Los señuelos son un capítulo aparte, pues si bien el pescador conoce perfectamente el tipo que desea, hay una tendencia muy marcada a resolver con producciones caseras. Así, ellos fabrican rapalas y shad raps , copiándolos de modelos industriales, o sacan moldes caseros a señuelos de plástico suave como los que producen Berkley y otros fabricantes, aunque es más común que realicen sus propias producciones de palos, cucharas, pollitos, medallitas, chispines y lombrices artificiales
a partir de diseños particulares.
Todos ellos funcionan. El palo es un huso simple de madera, de 6 a 15 centímetros de longitud, pintado de blanco y con una dotación de uno a tres anzuelos (simples, dobles o comúnmente triples). Son excelentes para pescar en el mar cuando existe algo de oleaje. El pollito y el chispin, con pelos de cabra teñidos de amarillo, se usan en aguas más calmadas. Las cucharas y medallitas, estas últimas giratorias, se fabrican con láminas curvadas de metal brillante, y las lombrices artificiales, exclusivas para el boquigrande en agua dulce, con desechos de plástico y ciertos disolventes.


ACCIÓN DE PESCA
Los que pescan con carnada pueden anotar estos datos: En unas 18 horas, 15 miembros del Club de Pesca de La Lisa capturaron 307 piezas a spinning. El 72% fueron cibíes; el 17%, rabirrubias. Hubo un aguají de 15 libras, una jiguagua de 10 y un pargo de 6. Todo con señuelo artificial

El pescador a spinning tiene siempre un ojo vigilante sobre el puntero de su vara. Si en un descuido éste se rompe, él habrá perdido no sólo el dinero que invirtió, sino una herramienta que aprecia entre todas sus posesiones terrenales y de la cual sólo se desprenderá para adquirir otra mejor. Pero incluso entonces él titubeará y se hará de rogar mucho antes de vender su vieja caña. Usted no será mirado con buenos ojos si, en un ómnibus atestado de pescadores, avíos, mochilas y otros tarecos, usted comete la torpeza de permitir que la manga de su camisa se enganche en el fino vástago terminal de una vara de spinning. Ojalá no pase nada.
Además de la vara y el carrete tan celosamente resguardados, el espinero cubano lleva a la cintura una pequeña cartera -carbonera o riñonera- repleta de sus señuelos infalibles. Una bolsa descomunal, de lona o tejido de sacos de envasar granos, le cuelga del hombro, con un bichero que sobresale por su boca. En el fondo de esta jaba hay un orificio para evacuar el agua, si ella se inunda durante el vadeo, y es posible también que el pescador haya recordado colocar ahí dentro un frasco plástico lleno de agua congelada. Puede ser que ese sea todo su alimento durante cinco o diez horas, pues sólo algunos muy previsores sacrifican la ligereza de su equipo por llevar una merienda.
Cuando vamos de pesca con nuestros amigos del Club de Pesca Deportiva de La Lisa -un municipio al oeste de la Capital-, algunos suelen dejar el vehículo en que viajamos hasta 10 kilómetros antes de llegar al campamento. Sin importar que al sol le falten aun una o dos horas para asomar, ellos se arriman a la orilla del mar y comienzan a tentar la suerte con señuelos que trabajan bien en la oscuridad.
Las costas para espinear están en su mayor parte formadas por antiguos arrecifes o poca altura sobre el agua; muy erosionados, filosos e irregulares, y para caminar sobre ellos hay que tener el pie muy seguro, una vista de gavilán y una decisión de soldado de tropas especiales. Una vez que se levanta el pie, éste tiene que ser colocado firmemente en una nueva arista, pues una caída pudiera ser un percance muy grave, sobre todo en sitios solitarios, donde el auxilio médico podría estar a medio centenar de kilómetros o más.


La técnica
El pescador a spinning avanza, se detiene en un punto escogido de un golpe de vista y realiza una serie de lanzamientos en abanico. Por dónde comenzar es una cuestión de estilo. Unos prefieren el tiro al centro y luego marcar las diagonales a derecha e izquierda; otros abren con un meticuloso barrido paralelo y muy pegado al rompiente de la orilla, cubriendo los 180 grados de uno a otro lado en tres o cinco lances sucesivos.
Sigue la vista siempre al señuelo y su trayectoria de retorno en el agua. Los pies mantienen el equilibrio, a veces batidos por las olas, que bañan hasta el cuello al pescador. Puede que detrás del palo o la cuchara se arme una súbita revoltura, un aguaje en superficie, indicio de que por ese sitio hay que volver a pasar. Y se repite el lance, que muchas veces provoca la picada enérgica y el comienzo de una fuerte pelea.
Si los lances en ese puesto no tuvieron resultado, se avanza un tramo por la costa, saltando sobre la crispadas puntas del diente de perro o mojando en las casimbas llenas de agua las botas fuertes que es obligatorio usar. Todo el tiempo la vista debe repartirse entre el peligroso terreno que se pisa y la superficie del mar, donde una mancha de sardinas puede estar siendo atacada a temprana hora por un depredador. Esas ocasiones hay que aprovecharlas, puesto que las presas que agreden suelen ser grandes.
El pez que come a esa hora cerca de la orilla suele ser un individuo alerta, agresivo, que está obsesionado por el instinto de asegurarse el alimento para todo el día sin la menor demora. Entonces él halla que un pecesito medio loco se ha salido del cardumen y nada hacia la orilla. A ese inocente solitario y despavorido hay que atacarlo y, hecho, ahí están varias puntas de anzuelos para castigar al agresor.
Siente el pescador que su recogida es frenada violentamente, que la línea se tensa y que la alarma del carrete comienza a quejarse con un zumbido agudo. Entonces levanta la caña y espera que concluya la larga, interminable, tensa y angustiosa primera corrida del pez anzolado.
Lo que sigue a continuación es el mejor momento de la pesca. Cuando el pez se detiene, el pescador recoge un tanto de línea, clava con fuerza y comienza el movimiento de bombeo, oscilando la caña adelante y atrás, mientras hace girar acompasadamente la manivela del carrete. Puede que su boca esté diciendo mientras tanto algunas palabras en el español de la calle, pero no vamos a repetirlas. El tendrá a veces que moverse apurado hacia un sitio apropiado para levantar al pez y realmente está muy tenso.
Si no ha sido un pez de fondo, que se enlaje en un refugio rocoso, o una barracuda que corta la línea, u otro demasiado pesado y veloz, que la rompe, el animal será llevado a la orilla después de una sesión muy movida de corridas -caña en alto- y recobradas -bombeo contínuo-. Entonces se engancha el pez con el bichero, se coloca en la bolsa, se desanzuela y se vuelve a caminar sobre el duro arrecife, ahora que está saliendo el sol y quedan sólo ocho o nueve kilómetros para llegar al campamento.


1 comentario:

A pesca con Hilda dijo...

Hola un saludo desde Italia me gusta mucho su blog, yo organizo pesca